Wednesday, March 21, 2007

Gracias por la música

(Publicado en Día30, nº49)
Una mano de inmensas proporciones atraviesa el escenario a las 21 horas exactamente y mueve el dial de una radio gigante, cambiando a una emisora donde suena aquel himno del rock conocido como Johnny B. Good mientras cerca de catorce mil almas miran pasmadas al darse cuenta que lo que hasta ahora pensaban era un decorado físico (compuesto por una botella de ron, un vaso, la radio y una avión de la Segunda Guerra Mundial) en verdad siempre fue una pantalla de video de alta definición. Después de sortear varias emisoras, la mano descansa y empieza In The Flesh, track del disco The Wall que daría inició no al concierto, sino a la experiencia de ver al, hoy por hoy, genio indiscutible del rock psicodélico hacer lo que sabe y hacerlo tan bien.


Porque dijeron que no. Que nicaragua. Que el arquitecto de la obra de una de las bandas pilares de la música contemporánea, con más de doscientos millones de discos vendidos en todo el mundo y un álbum que, aún después de más de tres décadas de editado sigue vendiendo doscientos cincuenta mil copias al año venga al Perú era, hasta hace poco, muy poco, algo sumamente impensable. Pero el pasado de doce marzo Roger Waters, el genio creativo de Pink Floyd, llegó a nuestras tierras con el motivo de ofrecer en la Explanada del Monumental el concierto más increíble en la historia de los conciertos en el Perú.

Armado de extraordinarios efectos de luces y pirotecnia, videos surrealistas que hacen alusión directa o indirectamente a cada canción (el cigarro cubano y la palmada en Have a Cigar o la pantalla siendo incinerada en Set The Controls For The Heart of The Sun por ejemplo) y una ejecución impecable de la música, la primera parte del la función deja a la multitud sorprendida. Momentos cumbre como el estribillo vertiginoso de Shine On You Crazy Diamond, la coreada en masa de Wish You Were Here, la verborrea política de Leaving Beirut y el chanchito Algie, que tomo vuelo en medio de Sheep, track de Animals cuya portada muestra a la mascota por vez primera, que pintado con motivos peruanos como un chullo en la pierna o el mensaje “Todos los Peruanos Somos Iguales No a La Discriminación” en la panza conmueven a más de uno.


Un constante latido cardiáco retumba en cada rincón del recinto, gracias al sistema de sonido cuadrafónico, señal de inicio del mítico disco El Lado Oscuro de La Luna. A lo largo de los cuarenta y cinco minutos de sostenido éxtasis la obra es tocada en su totalidad. En medio de Eclipse, una arquitectura de lásers y cañones de luz forman, en tres dimensiones, el icónico prisma de la portada del álbum dejando a la concurrencia con más palabras de las que pueden sentir. Vítores para Waters sacuden la Explanada cuando el músico deja el escenario sólo para volver y tocar, entre otras canciones, la exitosa Anoher Brick in The Wall junto a unos niños de un colegio capitalino. Comfortably Numb deja a las catorce mil almas sin voz dando término a este concierto que merece ser visto dos veces, una por la experiencia y otra por el significado.

Afuera, el gentío mira a todos lados y no sabe a quien agradecer. Agradecer a los organizadores por la iniciativa y el orden pero agradecer aún mas a la leyenda y decir gracias por la experiencia. Gracias por la entrega. Gracias por la poesía. Pero, sobre todo Roger, gracias por la música.


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