Monday, September 24, 2007

Monday, September 10, 2007

El Trámite de la Tristeza

En un pueblo en las afueras de Trujillo los pobladores acuden a la Municipalidad cada cierto tiempo para tramitar la tristeza. La persona entra a las oficinas ediles y espera en la cola portando su documento de identidad, recibo de luz y recibo de agua. Al llegar a la ventanilla, la secretaria de turno revisa los documentos del cliente y, si todo es conforme, le enseña una foto a blanco y negro de una hormiguita muerta en medio del bosque.

Acto seguido, la cara de la persona que efectúa el trámite cambia y muestra aquellos disfuerzos faciales característicos de la tristeza infinita. El efecto es temporal, de tres a seis meses a lo mucho, por lo que cada uno de los pobladores tiene un sistema de visitas periódicas que dependen de la duración de sus episodios de desconsuelo.

Han habido casos en los que, el hombre o mujer que realiza el trámite, han caído desplomados contra el piso de las oficinas municipales, víctimas de un dolor multiplicado al ver la instantánea que inmortaliza uno de los últimos momentos del insecto. Es tan súbito el golpe que el sistema nervioso humano no es lo suficientemente fuerte para soportarlo y colapsa. Pero eso se ve muy rara vez y es sabido que un requisito obligatorio para realizar el trámite es no llegar al lugar con una pena previa que pase del número cinco. Si, se han creado niveles de dolor.

Ante la negativa del alcalde y los pobladores de ofrecer una respuesta concreta sobre las razones de esta ley, un grupo de distinguidos periodistas del diario La Industria hizo una investigación hace unos meses que buscaba esclarecer el porqué de dicha regla y encontrar la razón por la que los pobladores iban sin ningún reparo a tramitar la tristeza.

Dos hipótesis se formularon producto de esta investigación:

  1. El alcalde, que ocupa el cargo desde hace veinte años gracias a reelecciones consecutivas, había descubierto, ayudándose de cartas zodiacales, intestinos de cuy y otros mecanismos azarosos, que el cúmulo de tristeza constante de un número de personas proporcional al número de habitantes en el pueblo mantiene a las tragedias fuera de la zona en cuestión. Tragedias se entienden como: sequías, terremotos, enfermedades, terrorismo y hasta la misma muerte. Desde 1992, fecha en que la ley entró en uso, nadie ha muerto ni enfermado en el pueblo. Ahora, en un lugar dónde no viven más de 300 personas, la mayor de sesenta y cinco años y la menor de tres, la ausencia de la muerte se puede atribuir a una buena suerte alimentada de coincidencias que no puede durar por mucho tiempo más. Pero que nadie haya enfermado ni siquiera de gripe y que testigos cuenten que, durante el fenómeno del Niño del 98, en esta zona el clima se mantuvo estable es algo que deja un poco más que sospechas y que evidentemente ha hecho que los pobladores no pongan reparos en, por turnos, gozar de una voluntaria tristeza.

  1. Se tiene información de un psicólogo alemán que, hace poco menos de veinte años, llegó al pueblo para probar en los habitantes una técnica de aprisionamiento emocional basada en episodios de sadomasoquismo sentimental recurrentes. Así, el trámite de la tristeza no era una regla sino más bien un sistema sado emocional confundido por ley debido a que los testigos veían a los pueblerinos enseñar sus documentos y recibos. A esta variable se responde fácilmente argumentando que se había llegado al acuerdo de que los únicos que podían gozar de este “servicio” eran los mayores de edad con domicilio verificable.

Hace unos meses se corrió la noticia de Pericles Armado, un hombre de casi treinta años que nunca había acudido a la municipalidad para efectuar el tramite de tristeza a pesar de que vivía en el pueblo desde que, a los ocho años de edad, fuése encontrado merodeando solo en las afueras del lugar. Años de insistencia por parte de sus amigos y familiares vieron frutos el quince de Enero del dos mil siete. El Sr. Armado entró a las oficinas municipales cargándo los documentos requeridos. Esperó en la cola y cuando le llegó el turno, la secretaria verificó sus papeles. Estaban conformes. La secretaria de turno sacó la foto a blanco y negro de la hormiguita muerta en medio del bosque y grande fue la sorpresa de todos los presentes cuando en la cara de Pericles Armado no se notó ni el más mínimo cambio que la tristeza ocasiona en los que la sienten.

Aquella tarde volvió a su casa, que, curiosamente, se encontraba en los límites del pueblo, dónde terminaba la jurisdicción del alcalde y empezaba un largo terreno de sierra que concluía cuando empezaba la jurisdicción de otro alcalde de otro pueblo. Pericles Armado regresó a su oficio de granjero de hormigas y ya entrada la noche, un grupo de policías, según dicen bajo las inmediatas órdenes del alcalde, irrumpieron en su hogar acribillándolo mientras dormía. Su cuerpo fue tirado a un río próximo sin previa misa ni objeción a sepultura pues los pobladores habían decidido borrarlo de su historia por provocador y rebelde.

Saturday, September 01, 2007

Saber perder (viéndose ganador)



Es la única buena forma de perder.
No me vengan con el cuento de la sinceridad emocional.
Me la paso por las Bouncin' Souls. (gracias B.)

¿Que mejor manera de caer que caer con estilo?
¿Qué mejor manera de responder a aquel cachetadón (te lo mereces, mañucazo) que con una amplia sonrisa, de aquellas que dicen pégame que me gusta?
No hay mejor forma de retirarte después de haber perdido bochornosamente una conversación que caminando (nunca en taxi, que te vean irte) como si no te importara tambaleándote suavemente, como si volaras, al ritmo más i'm-a-sex-machine que te acuerdes.
¿Hay mejor alternativa para vengarte de aquella que te mandó a hacer juguetes a Taiwan que pasearte con tus amigas recontra pimpeado, nuevo modelo, en su cara pelada?
El profesor te seguirá jalando si te le retuerces al primer rojo pero si silbas el tema principal de Don Gato (yo se que lo sabes) al salir por la puerta del salón ni le importará desquitarse con tu registro en sus momentos más elliot richards porque las personas atacan cuando saben que sus golpes van a doler.

Al fin y al cabo todo es poder. Es tira y jala. Es quita y pon pe, varón.

Y aunque tengas un hueco por corazón, la verguenza te vuelva rojo hasta los dientes y tengas que volverte una represa para parar el llanto tienes que portarte cómo Kevin Spacey en el final de Se7en y emular al faite que así te robe o lo gomees se va calmadísimo lateando. Tienes que saber perder viendóte ganador.

Sabiduria urbana


(cierro la puerta y el motor arranca)

Conductor: Ah, pensaba que su señora iba a ir con usted flaco.
Yo: Ja! es una amiga, jefe.
Conductor: Ah si? Pero parece que quiere irse con usted ah. (ríe)
Yo: Que Dios lo escuche, maestro, que dios lo escuche.