Monday, August 20, 2007

Novocaína para el alma


Alejandra había decidido dispararme.
No literalmente, claro, no a lo Clint Eastwood, con la mirada desdeñosa y la pistola dividiéndole la cara en dos mientras una bola de pelusa limpia la arena entre nosotros, sino más bien me tiró otra clase de bala, apuntando el cañón de sus palabras al corazón de mi corazón. Me tomó por sorpresa. Tal vez no tanto. Fue una de esas cosas que sabes que van a pasar pero no esperas que te pasen. Como tirarte de un acantilado y sorprenderte cuando tu cabeza choca contra el fin del abismo.

Si, eso es.

Habíamos tomado un capuccino ella y una limonada yo en uno de esos cafés del Centro que deben sus nombres a ciudades europeas. Aunque ya habíamos agotado todo tema de conversación posible nos seguiamos riendo. Sonrisas que aparecen sin nisiquiera uno saberlo. A decir verdad, tema de conversación, por mi parte, no necesitábamos. Me podía quedar no horas ni días, sino malditos periodos de historia terrestre mirando la comisura de sus labios color perfecto rojo natural. Una nariz adecuada que dividia simétricamente la cara adornada con dos gemas jade que ni el mismisimo Indiana Jones osaría a tomar por temor a enamorarse. Un rostro ganador de cualquier Miss Mundo interplanetario, Miss Universo de todos los universos y dimensiones conocidas por el hombre, Dios y los extraterrestres. Porfavor perdonen, por hoy, que a tal interespacial hermosura le haya dicho que no.

Rebobino.

Habló de nosotros. Así, de esa manera, como que qué pasa entre ella y yo desde hace tanto. Y yo, afuera de mi cuerpo. Mirando a Ramón como mostraba esa sonrisa tonta que esgrime como espada contra su nerviosismo. Es verdad y lo acepto: no sabía que decír. Pues ella sabía mirar y lo hacía sabiamente. Estaba frente a mi Pies Dorados. En una Guerra civil entre el pasado y el futuro. Me encontraba frente a una Gran Muralla China, mi Muralla, y no era ella, sino Ella.

Un pasado cercano que veía lejos pero no lo suficiente como para perderlo de vista.

Me entendió.

Conversamos mucho, tanto que no pueden (ni quieren) entrar tantas palabras en este post, y cuando la dejé en su casa nos dimos un abrazo de amigos, un beso de amigos y un cuidate de amigos. La fui dejando atrás y me despidió con la mano desde su puerta. En el camino de regreso este maldito cielo gris rata no cambió pero me pareció más bonito.


2 comments:

Almira beba said...

hey, ese texto me gusta,pero en lugar d alejandra no es ****? jajaja,una pekeña bromita,hermano del alma, bueno en serio ta bien chvr.

Aquiles Martin said...

no pareces tan furioso men